viernes, junio 29, 2007

María llena eres de gracia

Ganja, weed, mota, hierba, macoña, son algunos de los nombres que sirven para referirse a una de las plantas más polémicas que ha existido en toda la historia: La Marihuana. Droga o tan simple una planta es sabido que sus detractores han logrado, en estos últimos setenta años de humanidad que llevamos con un prohibicionismo mundial, posicionar a la ganja en el blanco de la opinión pública y han logrado una satanización tal que se han generado muchas especulaciones sobre el tema que no necesariamente son ciertas.

Está claro que el tema de las drogas es complicado y que no puede ser abordado con una visión limitada de los hechos y sus consecuencias. No es novedad para nadie que ellas producen efectos nocivos para la salud y en la mayoría de los casos causan dependencia física y psicológica, de allí que su consumo y tenencia sea penado por la ley. Pero no podemos meter a todas las drogas en un mismo saco, eso es ineficacia e injusticia en política de drogas y es justamente lo que el Gobierno chileno ha hecho.Dudo mucho que nuestros representantes en el poder hayan experimentado alguna vez con sustancias que hoy condenan (muchos lo han afirmado así), por lo que difícilmente pueden juzgar y mucho menos diferenciar con criterios válidos los efectos que éstos producen en las personas, y en base a ello, fijar los marcos legales dentro de los que la hierba debería alcanzar legalidad.

Pero pongamos las cartas sobre la mesa y tratemos de ser objetivos. Estudios científicos han demostrado la peligrosidad de esta “droga”. No podemos taparnos los ojos y decir que la marihuana es buena o mala sin considerar sus beneficios y sus perjuicios. Según el psicólogo de la Universidad del mar, Mario Rosas, “los efectos a corto plazo del uso de la marihuana incluyen problemas con la memoria y el aprendizaje, percepción distorsionada de la realidad, dificultad para pensar y resolver problemas, pérdida de la coordinación y un aumento en el ritmo cardíaco, ansiedad y ataques de pánico”

El uso prolongado de esta sustancia también puede provocar una crisis amotivacional en el individuo, definida por Rosas como “una conducta atribuida que se caracteriza por el desarrollo de fenómenos de apatía, regresión, fantasismo, infantilismo, relajación en el estilo de vida, pérdida de interés por los estudios, por el trabajo remunerado, por el progreso, es decir, pérdida de las motivaciones convencionales”

También su uso está ligado a la impotencia e infertilidad en los hombres y en las mujeres a infertilidad y complicaciones en el embarazo.

¿Marihuana = delincuencia?Mucho se dice que las drogas son generadoras de conductas delictuales y por ello muchos sectores la atacan. Y tienen razón, pero no todas ellas llevan a cometer delitos. Yo me pregunto, que es más conductor hacia actos de delincuencia: ¿los efectos de excitación provocados por el alcohol, o los efectos relajantes de la marihuana?; ¿Los efectos de extremo autocontrol y aumento del vigor de la cocaína, o los efectos de introspección y creatividad provocados por aspirar humo verde?; ¿el descontrol de impulso que genera agresividad y la alteración del juicio debido a la pasta base, o la percepción aumentada o especializada producto de un caño fumado con responsabilidad?. Usted juzgue.
Lógico es pensar también que los jóvenes, para conseguir plata para comprar hierba (hierba, y no otras drogas), roban e incluso pueden llegar a matar, pero hay que preguntarse, ¿llevará la marihuana a estados de dependencia físicos o psicológicos tan extremos que frente a su ausencia, lleve al sujeto consumidor a la angustia y la desesperación, y debido a la falta de dinero, recurrir al robo u homicidio? La respuesta probablemente sea que no. Cualquier consumidor dejaría aquellas actitudes para drogas más fuertes, aquellas que provocan síndromes abstinenciales orgánicos y que conducen al drogodependiente a cometer actos irracionales para conseguir los medios con los cuales satisfacer su adicción, como es el caso de la pasta base o la heroína. No existen estudios que demuestren tal relación, pero si los existen para demostrar que los efectos psicológicos de dependencia provocados por la marihuana desaparecen al cabo de algunas semanas, a diferencia de otras drogas. “Los adictos presentan ansiedad, agresividad, malestar general y mayor impulsividad de estómago. Estos síntomas aparecen después del segundo día del cese de consumo, teniendo su pico al tercer o cuarto día y hacia las dos semanas no estarían presentes”, según lo indica un material extraído del XX congreso argentino de psiquiatría, redactado por el doctor Eduardo Rodríguez Telechea.

Como otro dato importante, y según la edición 2007 de la revista de carabineros, el 52% de los actos criminales en Chile se cometen en estado de ebriedad, el 60% de los homicidios se perpetran bajo los efectos del alcohol y señala además que la cirrosis hepática es la cuarta causa de muerte en Chile.

Lo injusto de la justiciaHoy en día, cuando los medios de comunicación y los grupos prohibicionistas han demonizado de forma tal a la marihuana frente a la sociedad, para la opinión pública, y sobretodo para la justicia, los fumadores de cannabis están siendo catalogados como delincuentes, traficantes y drogadictos, situación que no necesariamente es así.Frente al problema del consumo de marihuana en la sociedad, lo fundamental es distinguir a los distintos tipos de consumidores: El que lo hace como vía de escape a sus problemas personales y el que no. En el primer caso, el consumo está ligado principalmente a la falta de recursos y a los problemas sociales que esto conlleva. Esta situación “algunas veces conduce a la persona a un ascenso dentro de las posibilidades de drogas convirtiéndolo en toxicómano, ya que en un determinado momento el hecho de fumar hierba se convierte en algo monótono y un medio insuficiente para lograr evadirse y empezando así a vincularse en el mundo de las drogas duras” según lo establece un estudio del Conace. En cambio, existe otro tipo de usuario el que lo hace por conseguir estados de inspiración conducentes a la creación artística, introspección, aumento de la percepción, relajamiento… en pocas palabras, una alteración conciente de la conciencia sin ir más allá.No superado esto, difícil es dar un paso hacia la reforma de las leyes prohibicionistas. Consumidor, traficante y drogadicto son entes distintos, por lo que deben ser vistos como tal. Por lo demás, el calificativo “drogadicto” queda tremendamente grande a los usuarios de marihuana. Los medios se han encargado de satanizar el término, aplicándolo a todos los usuarios de drogas por igual. Recordemos que no hablamos de drogadictos para referirnos a los fumadores de tabaco, tampoco para los usuarios del alcohol, mucho menos para los cafeinómanos o aquellas personas que gustan de los alimentos dulces y que difícilmente pueden prescindir de ellos (el azúcar también se considera droga por inducirte a cambios físicos y sicológicos).Entonces, para la sociedad no es drogadicto quién consume regularmente café ni quien se fuma una cajetilla de cigarros al día, pero sí quién consume, y quizá hasta con mucha menos frecuencia, marihuana.Víctima y victimario al mismo tiempoEl adherimiento a las resoluciones de las convenciones de la ONU en materia de drogas, ha llevado a casi la totalidad de los países del mundo (a excepción de Holanda), a crear leyes que regulen y castiguen el uso de cualquier droga considerada ilegal. Sin embargo, cada vez son más los estados y países que paulatinamente empiezan a despenalizar su uso con fines terapéuticos – entre ellos se encuentran los estados de Arizona y California en EE.UU., Canadá, España, Alemania, Reino Unido y México – siendo este último un caso especial debido a que su uso terapéutico no esta reconocido, pero sí su consumo personal. Aquí no es considerado delito portar menos de 30 gramos, pero lo es el portar una dosis mayor, lo cual es considerado tráfico y está sujeto a penalización.La ley nº 20.000, que sustituyó la antigua ley nº 19.366 y que sanciona el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas (aquellas que producen cambios temporales en la percepción, animo, estado de la conciencia y el comportamiento), es la que regula la situación de drogas en Chile.El bien jurídico protegido en esta ley es la salud pública y cualquier persona que sea sorprendida en posesión de alguna sustancia o droga, estupefaciente o psicotrópica que provoque dependencia física o síquica y valla en perjuicio de la salud pública será castigada con las penas estipuladas por la ley. Las penas pueden ser menores al demostrarse que la sustancia poseída es netamente para consumo personal, cosa que queda al (des)criterio de las investigaciones de los jueces dentro del proceso penal.En un extracto de la revista cáñamo que hace alusión a este tema, encontramos que “los delitos en contra de la salud pública giran en torno a un elemento básico común, que es el proteger a los individuos del engaño y abuso de quien adultera, simula o comercializa sustancias peligrosas pero sin el conocimiento de los usuarios”.Es justamente aquí donde nace el conflicto y la ambigüedad de esta ley, y es además, por donde se debería comenzar para reformarla. En el caso de alguien que mantiene un cultivo personal de cannabis, suponemos que él tiene noción de que fumar conlleva a cometer un daño a su salud, un daño que es auto-infringido concientemente al igual que el que compra un cajetilla de cigarros o una botella de vino. Está claro entonces que la protección que se les da a las personas, a través de las penas condenatorias de la ley 20.000, está en función de su desconocimiento frente a sustancias que provocan daños a su salud, y por lo tanto, su indefensión frente a estos “productos alterados” nocivos para la integridad de la persona. Siguiendo esta lógica, quién cultiva para su consumo personal, frente a la ley, estaría siendo víctima y victimario a la vez, cosa que resulta ilógico.Existe consenso de que existen daños producto del consumo de marihuana (bronquitis crónica, perdida de la memoria a corto plazo, desmotivación), pero son menores a los producidos, por ejemplo, por el tabaco y el alcohol, y sin embargo, son legales debido a factores económicos. Está comprobado que la marihuana, si bien no es completamente benigna, produce menos daños que el alcohol y el cigarrillo. En cuanto a la mortalidad, es cosa de ver los índices de muertes por cáncer al pulmón o las muertes por accidentes de tránsito donde ha estado presente el alcohol y compararlas con las muertes producto de algún efecto de la marihuana. Nunca se ha registrado alguna muerte que tenga como causa el haber consumido marihuana. En palabras del abogado Pablo Hermosilla “Se estima que 14.000 personas mueren al año por causas ligadas al tabaco. Por marihuana cero”

Además es la sustancia que presenta los índices más altos de seguridad dentro de la gama de drogas existentes; su consumo en grandes cantidades no lleva a muertes por sobredosis; aunque se sabe que tiene tanto alquitrán como el tabaco y más de 400 agentes químicos, nunca se ha registrado un solo caso de cáncer al pulmón o a otro órgano por su consumo.
Según Karina Malpica, investigadora y terapeuta holística, quien además es herbolaria mexicana que lleva más de diez años investigando las plantas psicoactivas y su utilizacióndentro del marco del chamanismo, “la marihuana posee facultades potencialmente benéficas en el campo terapéutico tales como la inhibición de los cuadros de náuseas, vómito, pérdida de apetito y dolor en pacientes con cáncer que reciben quimioterapia o en pacientes que padecen sida. De forma experimental también se está utilizando con bastante éxito en los cuadros de arteriosclerosis múltiple, principalmente para suprimir los espasmos sintomáticos”.Para concluir, sólo mencionar que en ningún caso las razones dadas anteriormente han sido con la intención de hacer una apología hacia el uso de la marihuana, sino más bien, un llamado a informarse de la injusta ley de drogas existente en nuestro país y en el mundo, que mete a todos dentro del mismo saco: traficantes y usuarios responsables, y no toma en cuenta factores que son importantísimos a la hora de dictar una sentencia condenatoria. Recuerda, somos libres y cada uno tiene derecho a hacer lo que le parezca correcto con su vida… he ahí la libertad individual de la que se jactan las democracias modernas.